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El debate sobre los drones, esencialmente
en Estados Unidos, se ha centrado hasta ahora en el terreno militar,
aunque no atañe sólo a EE UU ni es únicamente militar. Es una tecnología
de la que está haciendo un uso extensivo la Administración de Obama y
no sólo en la lucha contra el terrorismo. Su Gobierno sigue sin explicar
las reglas que ha dictado para su utilización, aunque le está quitando
una buena parte de esta capacidad a la CIA para pasársela a las Fuerzas
Armadas. El gran debate en EE UU es si pueden servir para matar a
ciudadanos estadounidenses supuestamente implicados en atentados
terroristas.
No todos esos drones van equipados para
matar, pues muchos, la mayoría, se usan para recabar información. Son
teledirigidos a menudo a enorme distancia, pues uno de estos aparatos
puede actuar en
Afganistán controlado por un soldado o agente de la CIA
desde Tampa (Florida), aunque requiera un cierto apoyo local.
Parece la guerra perfecta. No hay bajas humanas del lado del que dispone de estos medios. Según John Kaag,
“por primera vez en la historia, los soldados tienen algo en común con
los filósofos: pueden hacer su trabajo sentados”. La guerra desde la
poltrona lo cambia todo, pues el soldado ya no tiene ese miedo constante
a arriesgarse a morir en su acción. Sin embargo, para sus tripulantes a
distancia (no digamos ya para las víctimas a veces no intencionadas),
tiene un coste psicológico elevado. Según Kaag, un 30% de los pilotos de
estos drones sufren de burnout y crisis existencial.
Este tipo de aparatos –que aumentan
constantemente sus capacidades, en algunos casos haciéndose más
pequeños- está pasando del terreno militar al civil, y del público al
privado. Los avances tecnológicos, con la miniaturización y
abaratamiento de giróscopos, acelerómetros y otros elementos que se han
popularizado y abaratado y que prácticamente se pueden controlar con un
móvil, han facilitado que lo que antes era ciencia ficción haya llegado a
la realidad. Y hay una universidad en EE UU, la de Dakota del Norte
(UND), que ya ofrece un título en aviación no tripulada.
La proliferación de los drones, que no ha
hecho más que empezar, ha generado un importante debate en EE UU no ya
sobre su posible uso por terroristas, sino sobre la defensa de la
privacidad –dentro de otro más amplio derivado de las nuevas tecnologías
y redes de comunicación- que se extenderá a otros países, incluido el
nuestro donde ya hay drones, ante la falta de regulación. La capacidad
de los drones para uso doméstico, ciudadano, está creciendo sobremanera,
con competiciones regulares, como en EE UU la de la International Aerial Robotics Competition, cuya última edición acogió la UND, en la que se aprecian los últimos avances, próximos a lo logrado en el terreno militar.
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